LOS PADRES DE AMENHOTEP IV-AKHENATÓN: AMENHOTEP III Y LA REINA TIY.

El sucesor de Tutmosis IV y futuro padre de Akhenatón, fue «Amenhotep III el Magnífico» por retomar el título de la estupenda monografía que Agnès Cabrol dedicó a su reinado. Se trata, sin duda, de uno de los reinados de la historia faraónica que cuenta con una documentación más concisa y abundante. El Egipto de Amenhotep III -quien tendrá  una influencia determinante en aquel que más tarde se convertirá en Akhenatón- se corresponde también y sobre todo a una de las fases más florecientes y fastuosas de la civilización faraónica, cuyo esplendor el público no especialista pudo apreciar mejor gracias a una notable exposición que le fue dedicada en 1992, primero en los Estados Unidos (Egypt’s dazzling sun: Amenhotep III and his world [El deslumbrante sol de Egipto: Amehotep III y su mundo] y luego en el Gran Palais de París (Aménophis III, le pharaon soleil [Amenhotep III, el faraón sol]. Pero antes de convertirse en una de los más grandes faraones constructores, que cubrió Egipto de suntuosos y gigantescos monumentos y metamorfoseó de forma duradera su paisaje, Amenhotep fue un un joven príncipe que hubo de subir muy pronto al trono de Egipto, como bastantes de sus predecesores de la XVIII dinastía. Dada la relativa brevedad del reinado de su padre, es probable que por entonces, no tuviera más que diez años de edad. Otro indicio de su juventud, una pintura fechada con toda probabilidad a comienzos de su reinado, muestra al soberano acompañado de su madre, Mutemia, ocupando el lugar de la gran esposa real. No obstante, esta no tardará en hacer su aparición frente al joven monarca, puesto que ya aparece mencionada en un texto fechado en el año 2 del reinado (sin mayores precisiones): el escarabeo llamado de la caza de toros salvajes.  Se trata de un objeto de diez centímetros de largo, producido en serie y destinado, debido a la inscripción que contiene, a difundir a través de todo el imperio las noticias relativas a acontecimientos importantes de la vida regia. Este, conocido gracias a los cinco ejemplares que se conservan, informa de lo siguiente:

El año 2 bajo la Majestad del Horus: «Toro victorioso que aparece en Maat»; el de las Dos Señoras: «Quien establece las leyes y pacifica el Doble País»: el Horus de oro: «Grande de poder, vencedor de los asiáticos»; el rey del Alto y el Bajo Egipto: «El Señor del Doble País, Neb-Maat-Ra»; el hijo de Ra: «Amenhotep Señor de Tebas» (=Amenhotep III) -ojalá sea dotado de vida-; y la gran esposa real Tiy, ojalá viva como Ra. Maravillas le han acontecido a su Majestad. 

Las maravillas en cuestión eran el descubrimiento de una manada de 170 toros salvajes en el desierto, cerca de la residencia real, que el soberano se apresuró a ir a cazar, matando en dos días a 96 de estos animales. Por más que, atendiendo a las leyes del género, las cifras mencionadas puedan ser algo exageradas, la acción atribuida al rey sugiere que ya se había convertido al menos en un joven adolescente. Según la reconstrucción generalmente aceptada, por entonces contaría con entre diez y doce años.

Su unión con Tiy parece haber sido festejada mediante la emisión de otra serie de escarabeos conmemorativos, conocidos hoy día (los 56 ejemplares conservados) con el nombre un tanto falaz de escarabeos del matrimonio, por desgracia no fechados:

Viva el Horus: «Toro victorioso que aparece en Maat»; el de las Dos Señoras: «Quien establece las leyes y pacifica el Doble País»; el Horus de oro: «Grande de poder, vencedor de los asiáticos»; el rey del Alto y el Bajo Egipto: «Neb-Maat-Ra»; el hijo de Ra: «Amenhotep príncipe de Tebas», ¡ojalá viva para siempre! La gran esposa real Tiy, ¡ojalá viva para siempre! Su padre se llama Yuya y su madre Tuyu. Es la esposa de un rey poderoso, cuya frontera se extiende por el sur hasta Karoy y por el norte hasta Naharina. 

Resulta indudable que Tiy, cuya ascendencia se especifica claramente -cosa excepcional para una reina de la época-, también era muy joven. Si bien su momia no ha podido ser identificada, al menos tenemos pruebas de su longevidad, porque no fallecerá hasta la parte final del reinado de su hijo, Amenhotep IV-Akhenatón, posiblemente no antes del año 14 de este último, es decir, medio siglo después de su matrimonio con Amenhotep III.

Nota: (Aunque el libro señala que la momia de la reina Tiy no ha podido ser identificada, en la actualidad se cree que su momia es la de la anciana dama sin nombre hallada en KV35, la tumba de Amenhotep II. Según wikipedia, la «dama anciana» fue identificada por análisis de ADN en 2010 como la reina Tiy esposa principal del rey Amenhotep III)

En cualquier caso, Mutemia se convirtió en una reina extraordinariamente presente junto a su esposo, la cual tomó parte en todos los acontecimientos importantes del reinado y ejerció labores diplomáticas ante las potencias extranjeras que tenían contacto con el imperio egipcio. Resulta innegable que la función, sin precedentes, que ejerce estaba dotada de un significado ideológico. En muchas ocasiones actúa como paredro divino del rey, reforzando así la divinidad de este, como cuando aparece representada con el aspecto de la diosa hipopótamo Tauret. («La Grande») (tarro de ungüentos del Museo de Turín, inv. 8798, y estatuilla del Museo August Kestner de Hannover, inv. 1935.200.499), por ejemplo, o cuando la encontramos tras la diosa Hathor con atributos que la asimilan a esta en bajorrelieve de la tumba de su gran intendente Nay, llamado Kheruef, (T[umba] T[ebana] 192), o cuando en un texto se estipula que «al igual que Maat tras Ra es como ella aparece tras su Majestad (=el rey)».

No obstante, a menudo se ha querido reconocer en esta unión sistemática y oficial de la pareja real unos lazos afectivos más profundos. Es innegable que la reina Tiy disfrutó de un poder y unos privilegios por completo excepcionales con respecto a las esposas principales de los reinados anteriores; pero resulta muy difícil, casi imposible, sostener con seriedad semejante lectura romántica, por seductora que resulte. Es cierto que su región natal se benefició de una atención e incluso disfrutó de una categoría muy particular, y que la ciudad de Djarukha -en la región de Akhmin, pero todavía sin localizar sin precisión- le pertenecía personalmente. Igual de evidente resulta que sus familiares cercanos, tanto sus ya mencionados padre, Yuya y Tuyu, como su hermano, Aanen, que fue segundo profeta (o segundo gran sacerdote) de Amón en Karnak, o incluso la que posiblemente sea su hermana, Mutemnebu, que era dama de la corte, fueron favorecidos por el régimen. Sin embargo, la ausencia de una información semejante para las épocas precedentes quizá no haga sino destacar la calidad y cantidad  de la documentación que ha llegado hasta nosotros de este reinado. En cuanto a las innumerables estatuas, algunas colosales, dedicadas a Tiy junto a las de su regio esposo o el templo dedicado al culto de su persona (el Hut-Tiy, «La casa [divina] de Tiy») en la actual Sedeinga -Sudán-, el cual forma pareja con el complejo de Soleb, situado algo más al sur y donde se celebra la divinidad del rey, se trata de monumentos que forman parte de una ideología del poder que define al rey como al encarnación terrenal de la divinidad suprema y demiúrgica según un modelo solar. Modelo que, en la mitología egipcia, siempre acompaña al rey de un paredro, una contrapartida femenina que interpreta el papel de su esposa, pero en ocasiones también el de su madre o su hija. Parece que la omnipresencia de Tiy, así como la de Mutemia (madre del soberano) y las de las hijas de la pareja real hace referencia sobre todo a este modelo solar de poder absoluto, más allá de los posibles lazos afectivos concretos que pudieran haber unido, como seguramente hicieron, a los diferentes miembros de la familia reinante, pero a los cuales no tenemos ningún acceso.

Amenhotep III.

Reina Tiy.

Del libro: Akhenatón. El primer faraón monoteísta de la historia. 

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