LA ASTRONOMÍA EN EL ANTIGUO EGIPTO. DE JOSÉ LULL. SINOPSIS, INTRODUCCIÓN E ÍNDICE DEL LIBRO.

La astronomía fue una de las áreas del conocimiento que más desarrolló la civilización egipcia. Sus persistentes indagaciones en este campo han proporcionado un suntuoso legado científico. Uno de sus hallazgos más preciados es el calendario civil de 365 días, que durante miles de años resultó ser el más perfecto de la antigüedad y cuya evolución llevó a la creación del calendario que actualmente rige nuestras vidas. A los calendarios, relojes estelares, solares y clepsidras se les dedica en este libro una atención especial. Además, el autor nos descubre, mediante ejemplos prácticos y el análisis de antiguos textos egipcios de carácter cosmogónico, la percepción que tuvieron los egipcios del inicio, forma y fin del universo, muy influenciada, como no podía ser de otra suerte, por su compleja religión, que simbólicamente llevó esta cosmovisión a la arquitectura de los templos.

José Lull analiza los techos astronómicos y los textos jeroglíficos y nos lleva de esta forma a un mejor entendimiento del cielo egipcio; explica su visión de los astros y fenómenos astronómicos más importantes y procede a la identificación de muchas de sus estrellas y constelaciones. Finalmente, en este trabajo se contemplan las principales alineaciones astronómicas efectuadas en diversas construcciones egipcias, como pirámides y templos, y se explica la función y simbolismo de las mismas.


José Lull es licenciado en Egiptología por la Universidad de Tübingen (Alemania) y licenciado en Geografía e Historia, en la especialidad de Arqueología, y Doctor en Historia por la Universitat de València. Es autor de diversas monografías, como Las tumbas reales egipcias del Tercer Período Intermedio (Oxford, 2002), Los sumos sacerdotes de Amón tebanos de la wHm mswt y dinastía XXI (Oxford, 2006), y editor de Trabajos de Arqueoastronomía (Valencia, 2006); así como de más de ochenta artículos especializados y de divulgación en revistas nacionales y extranjeras.

Entre 1998 y 2005 trabajó como auxiliar científico e investigador postdoctoral en el departamento de Egiptología de la Universidad de Tübingen y, desde 2008, es profesor del Máster Oficial de Egiptología de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Actualmente, además, es investigador contratado en el Instituto de Estudios del Próximo Oriente Antiguo (IEPOA, UAB).  Desde 1999 es presidente honorífico de la Agrupación Astronómica de la Safor.


INTRODUCCIÓN

«La antigua civilización egipcia, perdida y olvidada durante muchos cientos de años, fue recobrándose para la ciencia y la historia de la humanidad desde el siglo XIX, principalmente a partir del desciframiento de los jeroglíficos. La lectura de los textos egipcios supuso un avance de incalculable valor, pues, de ese modo, las abundantes imágenes y restos monumentales dejados hace miles de años por los egipcios cobraron nueva vida y pudieron contar sus propias historias, que hacía tiempo habían enmudecido. Una gran civilización como la egipcia se desarrolló en múltiples campos del saber, como la arquitectura, la medicina, las matemáticas, la literatura, etc., pero lo que el tiempo y los hombres han permitido que llegara hasta nosotros no es sino una ínfima parte de su producción, de tal modo que no podemos sino postular, a partir de esos fragmentos de la historia que hemos podido recuperar, qué es lo que sabían los egipcios de estos temas y cuál fue su desarrollo. Dentro de los campos del saber en la antigüedad, la astronomía desempeñó en muchos casos un papel muy destacado. En un mundo como el actual, en el que la contaminación lumínica nos priva de la excelsa y relajante visión de la bóveda celeste, poblada por miles de estrellas, planetas, cometas y surcada por efímeras estrellas fugaces, el moderno hombre de la ciudad ha perdido generalmente esa fascinación por contemplar el oscuro firmamento. Sin embargo, en una época anterior, en la que el ser humano no había contaminado el cielo, en la que las actividades laborales finalizaban con la puesta del sol, la observación del cielo tenía otro significado. En la antigüedad, el ser humano sentía una atracción especial por los fenómenos que tenían lugar en la bóveda celeste, y ninguna de las grandes civilizaciones se vio apartada de este interés. Los astrónomos-sacerdotes ocupaban puestos de relevancia y prestigio tanto en Egipto como en Mesopotamia o en el mundo Maya. Eran ellos los encargados de vigilar el cielo, de contar el paso del tiempo, de predecir con antelación suficiente ciertas efemérides astronómicas.

En cierto modo, eran los observadores del orden cósmico y, por ello, eran responsables de observar, medir y calcular, el devenir de dicho orden, que en Egipto era una de las obligaciones y deberes del mismo faraón. La falta de tratados astronómicos equivalentes a lo que para el estudio de las matemáticas han supuesto los papiros Rhind, Moscú y el British Museum Leather Roll, o, en el caso de la medicina, los papiros Ebers, Kahun, Smith y el de Berlín, han provocado que la visión que tenemos de la astronomía egipcia sea muy parcial, pues deriva en gran medida de inscripciones propias del ámbito funerario y de documentos fragmentarios pertenecientes a muy diversas épocas. Dado que parece ser que tanto la geometría como la aritmética estuvieron a lo largo de la historia egipcia a un nivel relativamente bajo, consecuentemente, la astronomía egipcia no pudo haber dispuesto de un método matemático suficientemente eficiente como para llevara cabo cálculos medianamente complejos, por lo que, cuando la complejidad de los fenómenos celestes observados estaba por encima de sus posibilidades, los egipcios llevaban a cabo una serie de simplificaciones que, si bien les eran útiles en disciplinas como la geometría, no podían serlo en la astronomía. El carácter eminentemente práctico de los egipcios se hace patente en los papiros matemáticos, donde todos los problemas expuestos se refieren a cuestiones reales que podían ser útiles en la vida diaria de la persona o la administración. La limitación matemática y, por ende, astronómica, debe estar ligada a este carácter. Por otra parte, dado que la religión podía dar respuesta a muchos fenómenos celestes que no afectasen directamente al hombre, los egipcios tendieron a conformarse con tales explicaciones. En Mesopotarnia la astronomía está íntimamente ligada a la adivinación, a la astrología; y es, gracias a las necesidades de esta última, como la primera pudo desarrollarse notablemente, sobre todo en la época caldea. De allí tenemos una enorme cantidad de tablillas cuneiformes con reportes de observaciones y efemérides, algo que está ausente en la documentación egipcia. Igualmente, mientras que la astronomía-astrología mesopotámica fue capaz de calcular eclipses solares y lunares, tampoco en Egipto hallamos ni un solo documento que demuestre un avance en este sentido. De todos modos, hemos de tener cuidado en juzgar el grado de avance de la astronomía egipcia, pues, como hemos señalado, la falta de tratados o de listados observacionales supone una limitación notoria en su estudio. De hecho, a veces se resumen nuestros conocimientos de la astronomía egipcia como un simple listado de sus estrellas y constelaciones.

El gran estudioso de la astronomía egipcia, Otto Neugebauer, juzgaba severamente a ésta, señalando que la astronomía egipcia se contentaba con una descripción cualitativa muy sumaria de los fenómenos, por lo que en ella no se debía pretender encontrar rastro alguno de método científico. Igualmente, diría que Egipto no tiene lugar en la historia de la astronomía matemática debido a su falta de abstracción, o que la ciencia antigua fue el producto de muy pocos hombres, entre los que no estaban los egipcios. Sin embargo, no todos los investigadores están totalmente de acuerdo con esta afirmación. Vercoutter ya advirtió que los egipcios utilizaron la astronomía para introducir más rigor y eficacia en su vida cotidiana,  y aunque en muchos casos se contentaran con aproximaciones, el hecho de que intentasen ser lo más precisos posible constituye al menos una etapa de formación del espíritu científico. Pingree, por su parte, recuerda que la astronomía egipcia es mucho más antigua que la griega, sin olvidar el marcado filohelenismo de la ciencia occidental. El estudio de los instrumentos o tablas astronómicas dejadas por los egipcios no parecen, en cambio, indicar, que estos hubieran intentado realmente llevar la perfección de sus observaciones al límite de sus posibilidades. Esto se comprenderá cuando veamos las tablas estelares, clepsidras o los relojes de Sol. Todo parece indicar, pues, que la astronomía egipcia está poco desarrollada, quizás por el hecho de que la evolución de la misma no hubiese estado determinada por el espíritu científico al que hacía referencia Neugebauer sino por las necesidades inmediatas del clero egipcio, principalmente en lo que se debe a la medición del tiempo. Como veremos a lo largo de las páginas que componen este libro, la astronomía egipcia está muy ligada a su religión.

Evidentemente, esto se observará mejor en el primer capítulo, que dedicaremos a la cosmogonía, los conceptos y creencias egipcias en torno a la creación del universo. Este capítulo nos parece especialmente interesante para comprender mejor el modo de pensamiento egipcio frente a unas cuestiones tan complicadas como las relativas a la citación. Su cosmovisión nos aportará, por tanto, un acercamiento a su modo de actuar y a su modo de enfrentarse a lo abstracto. En el capítulo segundo presentaremos la figura del astrónomo egipcio para comprobar, una vez más, la tremenda ligazón respecto a la religión, pues el astrónomo no es más que un sacerdote especializado, eso sí, en los acontecimientos de la bóveda celeste. El astrónomo egipcio es, por encima de todo, una persona dedicada a contabilizar el tiempo, a observar el paso de las horas, de lo días, de las décadas, de los meses y de las estaciones del calendario civil y lunar egipcio. Uno de los legados egipcios más notorios y que, evolucionando, ha llegado hasta nosotros, es su calendario civil. La medición del tiempo, por medio de las estrellas o el Sol, fue una de las funciones de los astrónomos egipcios y sobre esta cuestión nos han llegado cierto número de documentos que nos permiten comprender bien qué instrumentos utilizaban y cómo funcionaban. En el capítulo tercero nos centraremos en ese tema tan apasionante que, en muchos aspectos, aún sigue ofreciendo un atractivo campo de estudio dentro de la egiptología. En el capítulo cuarto explicaremos el funcionamiento de los instrumentos de medición del tiempo que estaban al alcance de los egipcios: relojes estelares, clepsidras y relojes de Sol. Con éste, comprenderemos mejor la precisión que podrían haber alcanzado en sus observaciones a las estrellas, cosa que nos servirá en los siguientes capítulos. El capítulo quinto se referirá a los conocimientos que tenían los egipcios de la bóveda celeste. Intentaremos acercarnos al conocimiento que tenían los egipcios sobre los planetas u osos cuerpos del sistema solar que, como los cometas o las estrellas fugaces, podrían haber despertado su curiosidad al ver como dichos visitantes rompían la regularidad de los ciclos con que se podían describir los movimientos del Sol, la Luna, los planetas y las estrellas. No obstante, se debe reconocer que nuestros conocimientos sobre estas últimas cuestiones son muy pocos. Dado que no han sobrevivido documentos originales específicos de estos temas, únicamente las pistas aportadas por obras propias de la literatura egipcia o la interpretación de los nombres con los que los egipcios denominaban a estos cuerpos celestes pueden servir de ayuda. Además, como ejemplo de su modo de plasmar la bóveda celeste, describiremos dos documentos de época muy diversa: en primer lugar, el techo astronómico de Senenmut, de la dinastía XVIII y, en segundo lugar, el planisferio del templo de Hathor en Denderah, de finales de la época ptolemaica.

En el siguiente capítulo, el sexto, intentaremos aventurarnos en el esquivo mundo de le estrellas y constelaciones egipcias y procuraremos relacionarlas con las constelaciones actuales. Esta tarea, harto complicada, debe basarse siempre en las representaciones y listas que se observan, principalmente, en los llamados techos astronómicos, cuyos ejemplos más antiguos se conservan en las tumbas de Senenmut y Seti I. Así mismo, observaremos la evolución que sufrió la distribución de las constelaciones a ojos del egipcio antiguo, pues, con el transcurrir de las dinastías, especialmente en la época ptolemaica, influencias externas llevaron a la incorporación de nuevas formas con las que identificar las diversas agrupaciones estelares. En el capítulo séptimo nos introduciremos en un tema que desde finales del siglo XIX y gran parte del siglo XX fue despreciado o, cuanto menos, dejado de lado, por la mayoría de los egiptólogos. Me refiero al tema de las alineaciones astronómicas en templos y tumbas. El motivo principal de dicho denuesto se remonta al siglo XIX, cuando aparecieron numerosos trabajos relacionados con este tema pero carentes de la más mínima base científica o metodológica. De algún modo, ello indujo a los especialistas de la egiptología a crear una especie de escudo protector contra este tipo de estudios, escudo que, sin embargo, no sólo les protegió de deplorables trabajos sino también de otros que pudieron haberse realizado correctamente. Afortunadamente, el campo de la arqueoastronomía ha ganado en los últimos años mucha más aceptación, no sólo por la publicación de completos y rigurosos trabajos sino también, y quizás sea esto lo más importante, por que se ha ido introduciendo dentro de la disciplina egiptológica a través de los propios egiptólogos que se han interesado por los diversos aspectos con los que la astronomía era utilizada en el antiguo Egipto.

El objetivo primordial de este trabajo, concluido a finales de 2002, es ofrecer al lector, de manos de un egiptólogo con una contrastada experiencia en el campo de la astronomía amateur, un estudio y recopilación de los documentos principales a partir de los cuales conocemos el legado astronómico egipcio. Con este fin, se ha dividido el libro en siete capítulos principales que deben abarcar los temas más sobresalientes en los que, así mismo, se ha intentado explicar de manera inteligible, para el conocedor del mundo egipcio y/o de la astronomía, los conocimientos egipcios de la bóveda celeste, o el funcionamiento de los intrumentos de observación o medición que emplearon».


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Descubre más desde EL BLOG DE MYRIAM

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.



0 pensamientos sobre “LA ASTRONOMÍA EN EL ANTIGUO EGIPTO. DE JOSÉ LULL. SINOPSIS, INTRODUCCIÓN E ÍNDICE DEL LIBRO.”

  • Lástima que muchos de los estudios que se realizaron y no únicamente de este campo de la astrología, sino de otras ciencias estudiadas por grandes sabios, en esos tiempos se han perdido, en especial se dice por arqueólogos, que en Alejandría había una gran biblioteca con miles de papiros y libros con estudios realizados.

Deja un comentario