ETNICIDAD Y TERRITORIO EN EL EGIPTO DEL REINO ANTIGUO.

INTRODUCCIÓN E ÍNDICE DEL LIBRO.

La historia del Egipto faraónico transcurre durante unos tres mil años y nos ha legado una vastísima cantidad de fuentes, que abarcan desde imponentes templos y tumbas hasta emocionantes relatos de ficción, pasando por graciosas muñecas de arcilla y madera, listas de asistencia al trabajo de los obreros en una tumba del Valle de los Reyes, las flores que acompañaron al difunto en su viaje al Más Allá o los graffiti de los trabajadores en las canteras del desierto. Tanta es la información que tiene hoy a su disposición el historiador, bien sea de la religión, de la política, de la economía, de la sociedad, del arte o de la literatura, que no necesita poner mucho de su propia cosecha para poder realizar una descripción detallada y atractiva del tema que escoja. 

Aún así queda mucho por saber, y los investigadores se esfuerzan en ir completando las lagunas que todavía existen en nuestro conocimiento y,  con mayor mérito si cabe, se afanan en ir matizando, aclarando y corrigiendo los conceptos e ideas que la Egiptología, como cualquier otra disciplina científica, había asumido como verdades inmutables. Sólo el atrevimiento de nuevos estudios en profundidad, bien documentados y razonados, que se plantean nuevas preguntas y desarrollan nuevos métodos, nos muestran el camino hacia conclusiones más sólidas, sobre distintos aspectos del pasado. 

Dentro del campo de la Egiptología son varias las líneas de investigación diferenciadas y establecidas dentro del desarrollo tradicional de la disciplina académica. Entre ellas, sobresalen dos líneas de investigación de gran actualidad y que prometen ofrecer ls aportaciones más significativas: por un lado, los estudios interdisciplinares, y, por otro, los estudios a caballo entre dos disciplinas que combinan los métodos de dos líneas tradicionales de investigación. Este último es el caso del trabajo de investigación del Dr. Andrés Diego Espinel, que ha combinado con enorme acierto el estudio filológico con el estudio iconográfico de ls fuentes, dos disciplinas que muy rara vez se han conjuntado en un mismo estudio.

El estudio filológico emprendido por el autor es de una gran audacia, pues revisa una serie de términos y expresiones que los egiptólogos daban por sabidos y comprendidos, como claramente muestran los diccionarios de lengua egipcia. Los diccionarios son, sin duda alguna, una herramienta de gran valor para el investigador, pero éste ha de ser consciente de que las traducciones que en ellos se ofrecen son meras aproximaciones al significado de un término, equivalencias elementales e imperfectas. Así, una revisión escrupulosa de los documentos y un estudio minucioso del uso de los términos y de los contextos en los que se mencionan han conseguido matizar ideas y traducciones demasiado simplistas y corregir errores de interpretación que tendían a perpetuarse entre los egiptólogos.

El estudio iconográfico completa y apoya el estudio filológico y sus conclusiones. Por otro lado, el análisis de los textos apoya y fortalece ls interpretaciones de las representaciones iconográficas. Quedaron atrás los tiempos en que los estudiosos del arte egipcio no sabían leer los textos o no os tenían en cuenta para sus investigaciones. Las representaciones iconográficas, al igual que ocurre en las inscripciones que forman parte de un monumento, tienden a repetir tópicos, a copiar y mezclar elementos de distinto origen y naturaleza; en definitiva, a componer un cuadro relativamente «falseado». El investigador debe buscar y aplicar los recursos que le permitan evaluar esa «distorsión» del artista y discernir aquello que pudiera reflejar una realidad de lo que son adornos y recursos de autor. Andrés Diego Espinel, acudiendo a los textos y revisando exhaustivamente las fuentes arqueológicas, ha conseguido evaluar con criterio equilibrado las representaciones que los antiguos egipcios hicieron de las tierras y de las poblaciones extranjeras en contraposición a su propia tierra y etnia.

«Etnicidad y territorialidad» son dos temas de rabiosa actualidad, tanto en los estudios de historia de cualquiera de las épocas, como en la vida diaria. El enfoque con el que el autor aborda estos dos temas tan complejos es arriesgado, pues pretende mostrar cómo los antiguos egipcios se veían a sí mismos y cómo veían al «otro». El estudio parte del principio de que, analizando los textos y sus palabras, las composiciones plásticas y sus detalles, tal vez no podamos reconstruir la totalidad de lo que verdaderamente ocurrió hace cuatro mil quinientos años, es decir, la historia fáctica, pero sí que podemos acercarnos a las ideas que se pretendían transmitir. Paradójicamente, analizando ls inscripciones y las imágenes, las mentes de los antiguos egipcios nos son más accesibles que la verdad de los hechos que sucedieron entonces.

La realidad es, efectivamente más compleja de lo que en general los libros nos describen, incluyendo los libros especializados. El autor revisa términos como:   

para plantear la cuestión de si los antiguos egipcios tenían o no concepto de país, de Egipto, o qué suponía para ellos ser egipcio frente al hecho de ser extranjero. ¿Qué es lo que unía a los egipcios y les hacía diferentes de los demás pueblos? El libro ‘Etnicidad y territorio en el Egipto del Reino Antiguo’ es, además de un derroche de erudición y de análisis egiptológico , una obra sugerente y estimulante, un verdadero modelo de metodología de investigación científica para futuros trabajos de Egiptología y de otras áreas de la historia antigua.

El autor no ha buscado soluciones fáciles a los problemas que se ha planteado, no ha elegido el camino más corto, sino el que él creía que era el adecuado. Sin duda alguna, la carrera de un investigador científico requiere a menudo alejarse del pragmatismo si éste quiere hacer las cosas bien; no se ha de caer en la tentación de buscar el éxito inmediato, sino invertir para recoger el fruto a largo plazo. Tras licenciarse en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca, estudió Egiptología durante cuatro años en la Universidad de Pisa, donde también se licenció y presentó su Tesi di Laurea. Cuatro años después, en abril del año 2001, se doctoraba en la Universidad de Salamanca, recibiendo por su trabajo de investigación el premio extraordinario de doctorado.

En España, la Egiptología científica va creciendo y se va robusteciendo poco a poco. Son los egiptólogos como Andrés Diego Espinel, con su formación y sus investigaciones, los que forman el presente y aportan esperanza y optimismo de cara al futuro de esta disciplina en nuestro país.

INTRODUCCIÓN DEL LIBRO:

«¿Cómo captamos el pasado? ¿Llegamos a atraparlo alguna vez? Cuando yo era estudiante de medicina, unos bromistas soltaron en mitad de un baile al final de curso un cochinillo untado en grasa que estuvo revolviéndose entre las piernas, zafándose de todos los intentos de capturarlo, soltando chillidos continuamente. La gente caía de bruces cuando trataban de cogerlo, y quedó ridiculizada. A veces el pasado parece comportarse como ese cochinillo.»

Julian Barnes, El loro de Flaubert

Este libro se ha realizado durante unos años en los que los medios de comunicación no han dejado de informar sobre acontecimientos, generalmente desagradables, relacionados con los nacionalismos, la xenofobia, la limpieza étnica, los derechos de las minorías o la absorción de numerosas idiosincrasias y tradiciones populares en ese rodillo homogeneizador que es, en muchos casos, la globalización mundial. El objeto de análisis de este trabajo tiene, salvando las distancias cronológicas y espaciales, numerosos aspectos en común con todos estos hechos, ya que trata dos elementos integrados dentro de la identidad de cada etnia y/o nación. Se refiere, por supuesto, a la etnicidad o identidad cultural y a la territorialidad, que aquí serán analizadas por separado, aunque no aisladamente. Ambos temas, especialmente el primero, están cobrando una creciente importancia en los estudios sobre la Prehistoria y la Antigüedad. Algunos de sus aspectos, incluso, ya tienen una larga tradición historiográfica como es el caso de los procesos y problemas de asimilación y de indigenismo encuadrados dentro del fenómeno de la «Romanización»‘. Estos aspectos, sin embargo, apenas se han introducido en los estudios sobre el Egipto antiguo, sobre todo en lo que se refiere a sus etapas más antiguas. La etnicidad y la territorialidad egipcias, salvando algunos estudios muy concretos, han sido tratadas generalmente de forma muy escueta y elemental.

La presente introducción no menciona los aspectos y problemas específicos que plantea el estudio de ambos argumentos ni tampoco los estudios previos que se han realizado sobre ellos. A todo esto se hará referencia en las introducciones específicas de cada parte del libro. En estas páginas se quiere, sobre todo, describir los medios que se han utilizado para agarrar, esperando que con éxito, ese «cochinillo untado de grasa» que es la Historia, siguiendo el epígrafe de Barnes que sirve de cabecera. Igualmente se enuncian y comentan varias características de la mentalidad egipcia que hay que tener muy en cuenta al estudiar los temas tratados en este trabajo. La investigación de la etnicidad y de la territorialidad en las sociedades actuales da lugar a opiniones muy variadas y posturas encontradas debido a la gran cantidad de información y de enfoques epistemológicos que permiten interpretarlas. Su análisis en la Antigüedad muestra resultados similares en cuanto a la disparidad de sus resultados, aunque en este caso las causas son muy diferentes. El estudio de la identidad y de la territorialidad en el pasado se basa en evidencias muy alejadas de nosotros en el tiempo, en el espacio y, lo que es más importante, en el aspecto mental. Además, las fuentes son escasas, parciales y, con más frecuencia de la deseada, ambiguas y poco esclarecedoras.

La localización temporal de los temas tratados en este libro en el Reino Antiguo obedece, sobre todo, a dos razones. La primera es el interés por el estudio de un período que puede considerarse el primer momento «clásico» de la cultura egipcia ya que se encuentra, expresándolo de forma muy simplista, entre una’ etapa formativa -el Período Tinita- y una fase de crisis -el Primer Período Intermedio. El Reino Antiguo parece una parcela adecuada para estudiar la etnicidad egipcia en su estadio inicial, libre de cualquier tipo de penetración o “invasión» extranjeras. La segunda razón es que, a primera vista, esta época ofrece un volumen de documentación que sin dejar de ser abundante es lo suficientemente reducido y homogéneo como para poder estudiarlo en conjunto. Estas impresiones y suposiciones iniciales han ido, sin embargo, mostrándose erróneas a lo largo de este trabajo dado que ni las fuentes han respondido a todas las expectativas que se esperaban de ellas, ni su cantidad y características han sido tan manejables como en un primer momento se había pensado. La información estudiada, además de ser inesperadamente abundante, ha sido, sobre todo, muy variada. Ello ha obligado a emplear, y combinar, una serie de métodos de análisis que vienen a corresponderse, cada uno de ellos, con uno de los tipos de fuentes empleadas.

El primero es el análisis lexicográfico, esencial para penetrar en las ideas egipcias de la etnicidad y de la territorialidad. Las palabras, en cuanto expresión oral de la percepción del entorno, son el mejor instrumento para aproximarnos a la mentalidad de una etnia. Esta aproximación no debe basarse únicamente buscando la conversión de los términos egipcios en palabras e ideas de la cultura occidental a través de una simple traducción. Para intentar acercarnos a los antiguos egipcios es imprescindible, más que traducir, intentar entender o comprender. Con frecuencia, la profunda barrera cronológica y mental entre los significados de los términos egipcios y los actuales hace que el acercamiento entre ambos sea difícil, como se observa cuando se intenta precisar el significado de una palabra. Un ejemplo es un término como h3st, que significa, a veces simultáneamente, a veces separadamente, «desierto», “tierra montañosa» o «país/tierra extranjera». La lexicografía, especialmente desde la perspectiva de la antropolingüística o sociolingüística, logra salvar el distanciamiento entre las nociones antiguas y las actuales permitiendo la comprensión o, al menos, el acercamiento a los vocablos del pasado y a las ideas de los individuos que los utilizaron. Este objetivo se consigue a través del análisis de las palabras según los contextos y períodos en los que se emplearon. De este modo supone la observación de los términos en todas sus manifestaciones, sea tanto a través de la mención en un relieve de un templo funerario real como a través de su presencia en el antropónimo de un individuo. Igualmente implica la observación del término de forma diacrónica, aspecto éste de gran importancia sobre el que se hablará detalladamente en este libro.

A lo largo de este trabajo se observará con frecuencia la gran distancia entre la cultura egipcia del Reino Antiguo y la nuestra. Buena prueba de esta lejanía es que los términos «etnicidad» y “territorialidad» no tienen ningún correspondiente egipcio. De hecho, las ideas que hay detrás de ambas palabras son muy diferentes a las nociones egipcias sobre su identidad y sobre el espacio que habitaron. Lo mismo sucede con el término «Egipto». Como se observará, los egipcios no tuvieron durante el Reino Antiguo una palabra que pudiera equiparársele. En la actualidad «Egipto», como Estado antiguo, evoca sobre todo al territorio del valle del Nilo, entre Elefantina y el Mediterráneo. Los “egipcios» y la «cultura egipcia» son así elementos que de forma casi refleja se localizan inmediatamente en esa estrecha franja de tierra en torno al curso bajo del río más largo del planeta. Esta idea en gran parte se ha cuestionado en el presente trabajo en el que «Egipto» es concebido, ante todo, como el territorio, dentro o fuera del valle, gobernado y/o bajo la autoridad del monarca egipcio. Pese a ello ha resultado inevitable caer, con más frecuencia de la deseada, en la confusión de emplear «Egipto» para expresar ambas nociones. Ha sido conveniente, sin embargo, crear una terminología nueva para poder distinguir entre ambas ideas ya que habría llevado a cargar este trabajo de artificiosidad.

El segundo tipo de análisis es el iconográfico. La observación de las representaciones artísticas y, como en el caso del estudio lexicográfico, su contextualización y periodización, permiten obtener datos de gran interés sobre aspectos muy diversos, como es el caso de la percepción del extranjero o, también, de la expresión simbólica de la territorialidad egipcia. Con frecuencia la representación artística, sobre todo los relieves y pinturas, tiende numerosos puentes al estudio lexicográfico. Tanto la escritura como el arte son dos lenguajes codificados que en ocasiones emplean signos coincidentes o complementarios que al combinarse ofrecen un gran cúmulo de información.

Por último está el análisis de los restos arqueológicos, entendiendo aquí como tales a la cultura material. Su estudio resulta imprescindible para completar, complementar o cuestionar los datos lexicográficos e iconográficos. La combinación del estudio de la cultura material con la documentación escrita ha sido, menos frecuente de lo que debería serlo en los estudios egiptológicos, aunque hay notables excepciones que muestran como ambas facetas, cuando se juntan, ofrecen resultados muy alentadores. Aunar la Arqueología y la Filología con el fin de estudiar la cultura o la historia de una sociedad plantea, sin embargo, numerosos problemas ya que provoca frecuentemente contradicciones. Este problema, del que este trabajo no se ha visto libre, no debe verse, sin embargo, como un obstáculo o un contratiempo para el investigador, sino que debe ser considerado un aspecto que enriquece aún más el objeto de estudio al dar pie a debates y a revisiones.

Con la combinación de las fuentes lexicográficas, artísticas y arqueológicas y de los métodos empleados para analizarlas se ha buscado la obtención del mayor número de datos posible. Para combinarlos y para utilizar todas estas metodologías satisfactoriamente se han tenido siempre en consideración varios elementos que son esenciales para comprender la configuración y la expresión de la etnicidad egipcia. Se refiere al estudio diacrónico de la cultura egipcia, al análisis de sus diferentes registros, según el contexto social e ideológico, y a otros aspectos de la mentalidad egipcia relacionados con la cultura egipcia en lo que se refiere a la divulgación restringida de algunos de sus aspectos y a sus formas de representación y expresión.

El estudio diacrónico resulta fundamental cuando el número de evidencias es suficiente, para la realización de un estudio histórico. Con frecuencia los egiptólogos han tratado un tema juntando indiscriminadamente datos muy distantes en el tiempo en una única exposición y ahogando de este modo la información que podría derivarse de la observación a través de su desarrollo temporal. La cultura y la ideología egipcias, pese a su apariencia inmovilista o de “cultura fría», siguiendo la terminología empleada por Levi-Strauss y Assmann para caracterizar a las sociedades de discurso mítico, evolucionaron y fueron transformándose a lo largo del tiempo, ya no sólo de un período histórico a otro, como puede apreciarse de forma significativa, por ejemplo, en las diferencias culturales del Reino Antiguo y el Reino Medio, sino también dentro de un mismo período. De este modo el Reino Antiguo parece un período culturalmente estático y sin grandes cambios que, pese a su duración, medio milenio aproximadamente, discurrió lento y monótono bajo la forma de una sucesión de reinados de los que apenas se conocen acontecimientos históricos precisos. Este período, sin embargo, fue lo suficientemente amplio para que a lo largo de él numerosas ideas se transformaran, desaparecieran o se enriquecieran con nuevos elementos. Este dinamismo, difícil de percibir debido a la habilidad egipcia para disimularlo, transformándolo en tradiciones aparentemente atávicas y arcaicas, puede apreciarse, por ejemplo, al estudiar la evolución de muchos de los términos y conceptos estudiados en este trabajo.

Esta evolución temporal no consistió en una mera sucesión de ideas y significados donde los más antiguos fueron eliminados por otros más modernos. La ideología egipcia en muchos casos mantuvo con frecuencia a todos a la vez, aunque empleándolos en contextos y ocasiones diferentes, existiendo incluso casos en los que ciertas ideas olvidadas y sus correspondientes formas de expresión fueron recuperadas mucho tiempo después. De este modo la convivencia de conceptos antiguos con otros nuevos ha creado numerosos problemas en la comprensión de la civilización egipcia. Un buen ejemplo de este hecho es el significado de algunas palabras como w3d-wr o rhyt que ha diferido mucho según la interpretación de unos u otros egiptólogos, no reconociéndose en estos casos la posibilidad de una polisemia modelada a través de los diferentes significados dados a una palabra a lo largo del tiempo y de los contextos en los que se empleó. La prudencia al estudiar esta característica de la cultura egipcia es fundamental. En la mayoría de los casos sólo conocemos la evolución de las ideas de forma parcial desconociendo parte de su historia. Esto obliga a ser precavidos a la hora de interpretar una idea o un término partiendo de evidencias posteriores, algo que ha resultado inevitable en este estudio dada la escasez de datos del Reino Antiguo. Las palabras más modernas bien pueden ser producto de una interpretación errónea o de un evolución posterior al período que trata, lo cual supone que no puedan ser tomados como referencias absolutamente fiables.

El otro factor esencial que se ha tenido en cuenta en este trabajo es el estudio del contexto sociocultural. A lo largo de las líneas anteriores, y también en todo este trabajo, se hablará de la «etnicidad», la “etnia» o «el grupo étnico» egipcios. Esta afirmación, en un estudio de Historia Antigua, debe ser matizada. Las evidencias que tenemos acerca de la etnicidad en concreto y de la ideología en general son productos de lo que la Antropología denomina «etelite» o cultura de los grupos dirigentes». Por tanto, abordar la etnicidad egipcia lleva irremisiblemente a conocer cómo concibió el grupo gobernante egipcio ese fenómeno ya que las ideas que sobre él tenía la mayoría de la población egipcia se han perdido casi íntegramente al no conservarse las manifestaciones de la cultura popular.

La cultura del grupo gobernante, a su vez, no es homogénea ni unidimensional. En Egipto, como también sucede en otras culturas, la ideología se configuró a través de fenómenos muy complejos cuyos orígenes y contextos fueron variados. A pesar de que los componentes de una cultura siempre son difíciles de categorizar y clasificar, la ideología de la elite egipcia muestra una serie de características que permite dividirla en dos grandes apartados según el contexto y el modo en el que sus elementos fueron empleados. Esta dualidad se corresponde con la división que Loprieno realiza en la literatura entre topos y mímesis y que Vernus ha expresado con gran acierto, aplicándolo a la historia, como «la dialéctica de lo singular y del estereotipo.

El primer contexto o registro cultural es el que aquí se llamará, consciente de su inevitable imprecisión, «oficial» o «canónico». El contexto oficial coincide con el nivel que Vernus denomina “ciencia sagrada» y «estereotipo». Es, así, el aspecto que reúne, en la propia percepción de la elite egipcia, los logros intelectuales más elevados y elaborados. Es un contexto vinculado a la interpretación sacralizada y metonímico-mítica de la realidad, caracterizada por su carácter atemporal y distante, es decir, por su carácter “frío», accesible sólo a unos cuantos individuos dentro de la elite. En otras palabras, este contexto está profundamente enraizado en las características más definitorias de las llamadas sociedades de discurso mítico. Este ámbito puede sintetizarse en palabras de Hall, que ha estudiado esta división de contextos en la Grecia Clásica, como “el allí y entonces» (there and then). Sus ideas se expresan a través de estereotipos y fórmulas altamente canonizadas en las inscripciones de los relieves de los templos, de la titulaturas reales y de los textos religiosos, correspondiéndose en gran medida con lo que Loprieno define como topos, es decir las expectativas ideológicas de una sociedad, su ortodoxia.

El segundo contexto que se denominará, una vez más de forma imprecisa, “profano», «privado» o “cotidiano», reúne los aspectos más mundanos de la cultura egipcia. De este modo abarca las ideas y el nivel de lenguaje empleados en la vida cotidiana, en la administración, o en la literatura (durante este período reflejada en las autobiografías). Es un contexto, por tanto, basado en lo «singular» y que pertenece al nivel más “caliente» de la cultura egipcia, aunque esto no supone que se reconozcan en esta faceta características del discurso lógico. No obstante no hay que excluir que en algunos casos algunos de sus elementos ya se manifestaran como es el caso de la percepción de lo singular. Se trata de un ámbito donde la interpretación de la realidad no ha pasado por el filtro de la interpretación mítica. Este hecho, que se puede considerar «espontáneo», muestra una visión egipcia de la realidad mucho más ligada a la cotidianeidad y a la Realpolitik y, por tanto, más inmediata y próxima a nosotros al menos en su aspecto formal, que no en su aspecto procesual e intelectual. Hall, una vez más, define acertadamente este registro a través de la expresión «aquí y ahora» (here and now)», que se corresponde con lo que Loprieno ha llamado mímesis en la literatura egipcia.

El límite entre ambos tipos de usos, contextos o ámbitos resulta muy difícil de precisar ya que con frecuencia se entremezclan. De este modo hay fórmulas canónicas emplazadas en documentos profanos, como es el caso, por ejemplo, de los textos de execración. No existe un criterio fijo para clasificar una evidencia en uno u otro ámbito. En ocasiones su pertenencia a uno de los dos depende más del tipo de documento en el que se encuentra. Es el caso, por ejemplo, de los datos citados en Los textos de las piramides o en los relieves de los templos funerarios reales, altamente canónicos en su contenido y en su finalidad. En otras circunstancias, sin embargo, su clasificación como oficial o canónico depende más del propio contenido del texto, como puede ser el caso de un epíteto aúlico de un particular que pese a ser citado en un texto autobiográfico privado es, por su terminología y expresiones, oficial.

La estrecha imbricación entre ambos contextos no debe extrañarnos. Los egipcios no dividieron de forma consciente ambos ámbitos perfilándolos como dos categorías excluyentes. Además, tanto el contexto profano como el canónico procedían de un mismo substrato cultural del que tomaron numerosos elementos y formas de expresión comunes.

Antes de concluir se explican a continuación dos características de la mentalidad egipcia que deben tomarse en consideración para comprender mejor los datos que se van a estudiar. La primera característica, el decorum, tiene que ver con la auto-restricción de datos que hicieron los propios egipcios en sus documentos. La segunda, la «aspectiva», está en relación con el modo en el que expresaron dichos datos. El decorum, un término acuñado por John Baines, era una serie de normas implícitas en la cultura -profana y canónica- de la élite egipcia que suponían la expresión y el uso restringidos y parciales de sus ideas. Este hecho suponía una limitación de la información por razones diversas que incluían, por ejemplo, el secretismo consciente de unos datos privilegiados que servían de símbolos de poder, o la omisión preventiva de unos datos que podían ser manipulados a través de la magia en contra de su posesor. El decorum igualmente favorecía la relevancia del monarca o del personaje que eran protagonistas de la acción citada en la documentación.

Por su parte, la «aspectiva», definida por Emma Brunner-Traut, es la forma a través de la cual los egipcios expresaron su visión del mundo, especialmente en las artes plásticas y, también, en los textos religiosos. El término, que expresa la idea de «no-perspectiva», recuerda las principales características de la cultura y, sobre todo, del arte egipcio. La aspectiva supone la expresión de las ideas y de la realidad de forma desconexionada, al menos desde el punto de vista occidental y de las sociedades de discurso lógico, a través de la yuxtaposición de partes individuales que no buscan una unidad coherente basada en la interrelación de elementos. Busca la expresión de la realidad a través de una sucesión paratáctica de escenas o ideas independientes sin una línea argumental a primera vista clara. En este sentido la concepción de la aspectiva está en estrecha relación con una de las principales características de las sociedades de discurso mítico y, por tanto, de la cultura egipcia. Nos referimos a lo que Frankfort percibió como una “multiplicidad de aproximaciones» y que ha sido definido como “polivalencia», “poliocularidad» o «poliedricidad».

Ante nuestros ojos esta forma de representación puede parecer caprichosa y poco coherente, fruto de una cultura “primitiva» y poco estructurada. No es éste, sin embargo, el caso de la cultura egipcia. Los egipcios, y aquí hay que recordar que estamos estudiando una sociedad de discurso mítico, utilizaron únicamente una atalaya diferente a la nuestra para observar y expresar la realidad. Así, la percepción aspectiva nace del hecho de que, quien interpreta la realidad, está dentro del objeto, con él, mientras que en la perspectiva occidental los individuos analizan el entorno colocándose en su exterior. Otro rasgo esencial para entender este aspecto de la cultura egipcia es el hecho de que, frente a la representación “perspectivística», en la que el artista se pone sobre el mundo que representa aportando su punto de vista personal, en la representación “aspectivística» el creador tiene como tarea el integrarse en el orden universal y absoluto preestablecido que en el caso egipcio está regido, como habrá ocasión de observar a lo largo del libro, por la divinidad y por el orden. Esta imposición a unas reglas no significa que éstas fueran estrictas tal y como se observa, por ejemplo, en la forma en que se expresaron los egipcios. Éstos concibieron un espacio mítico con unas características determinadas que, sin embargo, pudieron expresarse de formas muy diferentes, cambiando el escenario e incluso algunos detalles del argumento aunque éste siempre contase la misma historia.

ÍNDICE DEL LIBRO:

RESUMEN POR CAPÍTULOS:

CAPÍTULO 1: LA DIFERENCIA GEOGRÁFICA.

Al estudiar la etnicidad de una sociedad primitiva como la egipcia resulta imprescindible comenzar analizando la forma en que los egipcios percibieron los espacios que habitaron y que les circundaron. Como la mayoría de los grupos humanos, los habitantes del valle del Nilo desarrollaron la tendencia innata a ocupar, delimitar y defender un territorio’ y, por tanto, a definirlo de algún modo. Así, la localización de la mayor parte del Estado egipcio dentro de los límites de un valle fluvial muy fértil rodeado por desiertos fue un elemento decisivo para la configuración del «etno-territorio» egipcio.

El objeto de este capítulo es el estudio de las palabras que expresaron tal hecho y la forma en que lo hicieron. Para ello se ha tomado como punto de partida el estudio de los términos contrapuestos kmt – dšrt y, sobre todo, t3 – h3st. Los egiptólogos han considerado un paradigma la suposición de que kmt y t3 fueron las expresiones que los egipcios emplearon para referirse al valle del Nilo, y, por tanto, a «Egipto», mientras que dšrt y h3st designarían los desiertos circundantes, es decir, las tierras no-egipcias. En este trabajo se matizará esta interpretación precisando el significado de cada término analizándolo como parte de la etnicidad egipcia durante el Reino Antiguo. El presente capítulo tiene, por ello, un marcado contenido lexicográfico, aunque también se han incluído datos iconográficos o arqueológicos. Consta de tres partes. En la primera nos centramos en lo que se ha denominado «el criterio pedológico» de diferenciación, es decir el estudio de los términos kmt y dšrt. La segunda sección, que constituye el grueso del capítulo, trata lo que se ha llamado “criterio topográfico». Éste se basa, sobre todo, en el contraste entre t3 y h3st, y entre sus respectivos sinónimos, aunque también se incluyen en él ciertos términos que designaban otro tipo de espacios. Por último, la tercera sección analiza la posible existencia de un criterio de diferenciación climático.

CAPÍTULO 2: LA DIFERENCIA ÉTNICA.

Este capítulo analiza la percepción que tuvieron los egipcios de las diferencias que existían entre ellos y los «otros», es decir, las etnias que convivieron con ellos en el valle o en torno a él. En otras palabras, si en el capítulo anterior se estudió la percepción egipcia del espacio, tanto propio como ajeno, aquí se estudia la del hombre, sea egipcio como extranjero. Junto a la búsqueda de la percepción egipcia del hombre en cuanto ente propio o extraño a su etnia, también se analizará otra serie de aspectos inherentes a la ideologia egipcia que, aunque no tengan que ver directamente con el objeto de estudio, ayudan a comprenderlo mejor. Es el caso de los procesos de transformación de ciertas ideas y significados a lo largo del tiempo relacionados con una serie de términos que se han denominado “pseudoetnónimos» y con el término rhyt (rejit).

El capítulo se divide en dos partes que se corresponden con los dos instrumentos esenciales del estudio. La primera parte es un análisis lexicográfico de los términos empleados por los egipcios para autodenominarse y para designar a los extranjeros. La segunda tiene una metodología más heterogénea en la que prevalece el análisis iconográfico aunque, debido a la variedad de los datos, se ha complementado con otros métodos de estudio. Finalmente, a modo de excursus independiente de este capítulo, se ha incluido un estudio sobre los rejit. La separación de este término ha sido debido a la complejidad y extensión de su estudio además de sus peculiares características y significados.

Como en el capítulo anterior también es necesario hacer una serie de precisiones sobre el uso de algunas palabras. En las próximas páginas los términos «raza» y «etnia» serán empleados como sinónimos pese a tener significados diferentes. El primero se refiere a las características físicas comunes de un grupo humano, mientras que el segundo se refiere especialmente a los rasgos culturales. El uso de ambos en este trabajo servirá, en general, para referirse a la idea de «etnia» o «grupo étnico», de ahí que «raza» se escriba en cursiva. Con esta grafía se quiere, además, expresar desconfianza hacia una clasificación de los grupos humanos a través de sus características somáticas que no pueden parcelarse a través de criterios objetivos precisos.

CAPÍTULO 3: IDEOLOGÍA E IDENTIDAD.

En los dos capítulos anteriores se ha visto cómo las ideas de la identidad y de la territorialidad, definidas en la mayoria de las culturas por el espacio y el hombre, fueron secundarias dentro de la ideología oficial egipcia del Reino Antiguo. Los egipcios se refirieron a su territorio y a ellos mismos con una sorprendente vaguedad a pesar de tener un rico repertorio de criterios de diferenciación para distinguir entre lo propio y lo extranjero. Pese a todo, detrás de esa indefinición se observa, en el contexto oficial, la presencia constante de la realeza egipcia como un elemento decisivo de identificación tanto territorial como también racial. Este capítulo tratará tal hecho analizando algunos aspectos de la realeza egipcia, concretamente aquéllos que sostenían la idea de Egipto y de los egipcios como un territorio y una etnia bien diferenciados y definidos gracias a la autoridad que ejercía sobre ellos la monarquía.

La primera sección analiza, centrándose especialmente en sus implicaciones políticas, uno de los elementos esenciales de la mentalidad egipcia: la percepción del universo como un conflicto entre orden y caos. En la segunda se estudian algunos aspectos del mito formado por el triángulo Osiris-Horus-Set que resulta esencial para entender a la monarquía egipcia y al vínculo de ésta con la tierra que gobernaba. Para ello se han tratado tres documentos e ideas que aluden a diferentes elementos de ese mito: La teología menfita, El himno al Ojo de Horus y el simbolismo de la diosa Hathor como la «hacienda de Horus». Finalmente, el último apartado analiza otros fenómenos de identidad local comprendidos dentro del contexo profano y que pueden sintetizarse en lo que se ha denominado «localismo».

CAPÍTULO 4: LÉXICO DE LA TERRITORIALIDAD.

El objetivo de este capítulo es acercarse, a través de la lexicografía, a las ideas que la elite egipcia del Reino Antiguo tuvo sobre los límites de su territorio. Los términos se han dividido en dos grupos. El primero estudia las palabras que designan las fronteras y los límites. Dentro de ellas hay que separar dos grandes conjuntos: los términos abstractos, t3š y drw; y los términos que se refieren a realidades concretas o se derivan de ellas: țnw, ihmt y r-3. El segundo grupo analiza izt, la única palabra conocida durante este período para referirse a los cipos de delimitación territorial.

CAPÍTULO 5 Y ÚLTIMO: TERRITORIALIDAD Y FRONTERAS EN EGIPTO DURANTE EL REINO ANTIGUO.

Si en el Capítulo 4 se han estudiado los términos que designan la idea de frontera, en éste el objetivo es delimitar la extensión del territorio egipcio y reconstruir el sistema fronterizo egipcio en sus aspectos político, económico y administrativo. Para analizar este paisaje tan heterogéneo se emplearán diferentes enfoques y disciplinas. En las próximas páginas se observará con frecuencia la interrelación entre datos filológicos y arqueológicos. Esta combinación dará pie a algunas contradicciones que, no obstante, deben de ser consideradas como un mal necesario en el esfuerzo por definir las características del sistema fronterizo egipcio de forma exhaustiva.

Este estudio se divide en tres partes. La primera estudia la expresión simbólica de la extensión del espacio egipcio y de sus fronteras a través de diferentes nociones y términos pertenecientes al contexto oficial, que señalaban la extensión del poder del rey de forma estereotipada, sin correspondencia, por tanto, con la realidad política. En segundo lugar se analiza el sistema fronterizo real a la luz de las evidencias textuales y materiales. Por último, se tratan los sistemas de demarcación del territorio, es decir, los cipos, estelas u otro tipo de objetos y medios que servían para señalar los límites del territorio egipcio.

Etnicidad y territorio en el Antiguo Egipto.

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