LAS AVENTURAS DE WENI, UN NOBLE EGIPCIO DEL REINO ANTIGUO.

El Reino Antiguo comienza con el reinado del rey Djoser, el primer soberano de la III dinastía y el dueño de la primera pirámide del mundo: la Escalonada de Sakkara. No sería la única. La necesidad de gestionar proyectos tan completos como la construcción de pirámides llevó al continuo desarrollo del Estado egipcio, que creó una burocracia cada vez más compleja. A lo largo de varios siglos, el gobierno se expandió y los plebeyos comenzaron a ser nombrados para cargos de importancia. Y, del mismo modo en que los miembros de la familia real y de la elite de épocas anteriores, esta nueva elite alardeó de su estatus mediante fabulosos monumentos, su cercanía al rey y su acceso a bienes de lujo como eran las importaciones exóticas y extranjeras. Según avanzó el Reino Antiguo, los cortesanos de alto nivel también comenzaron a decorar las capillas de sus tumbas con biografías idealizadas, subrayando en ellas sus destacados logros en la vida, con la intención de «cautivar» a los visitantes y conseguir que dejaran ofrendas para sus almas. Un cortesano llamado Weni dejó una detallada narración de su vida como líder militar y en ella describe las actividades del ejército del Reino Antiguo.
En torno al 2265 a. C., el noble egipcio Weni recibió orden de su rey para que reuniera un amplio ejército y condujera una serie de campañas contra los enemigos de Egipto; si bien indudablemente era un gran honor, puede que esto fuera una sorpresa para él, porque hasta ese momento de su carrera no había necesitado habilidades militares de ningún tipo. Un individuo privilegiado, Weni creció en la corte del rey Teti de la VI dinastía y comenzó su carrera como supervisor de un almacén. Poco después fue ascendido a superintendente del guardarropa del rey Pepi I, un cargo que le proporcionó acceso al soberano además de, hemos de suponer, cierto nivel de influencia (y sentido de la moda).
A partir de aquí siguió ascendiendo hasta convertirse en guardián de Nekhen, un cargo judicial (el cual lo vio actuar como juez único en un probable caso de intento de regicidio, organizado en el harén real). De modo que, si echamos un vistazo al CV de Weni, una carrera legal o en el mundo de la moda parecerían las más adecuadas para él, no dirigir hombres en el campo de batalla. De hecho, la idea de dirigir una expedición militar jamás se le había pasado por la cabeza a Weni antes de ese infausto día en que Pepi I le ordenó lanzar una campaña contra los rebeldes asiáticos conocidos como los «moradores de las arenas», la expresión con la que los egipcios designaban a las gentes que habitaban en la costa meridional levantina, que impedían a los barcos egipcios hacer uso de los puerto naturales cercanos a sus asentamientos fortificados.
Como narra en su autobiografía, inscrita en su tumba de Abydos, Weni cumplió las órdenes del rey de una forma admirable. Su primer paso fue reunir un ejército de decenas de miles de hombres, llegados de todo Egipto, así como con mercenarios nubios de diferentes regiones —Yam, Wawat, Kaau—, nubios medjay del desierto oriental y libios tjemehu del desierto occidental. Esto era una práctica normal en el Reino Antiguo, pues Egipto no tenía un ejército permanente: las tropas se reunían cuando se necesitaban y su servicio se consideraba una forma de tributación.
Un vez reunido, el ejército era dirigido por consejeros reales de confianza, hombres (como Weni) a quienes el rey podía permitir vagar por sus dominios con una inmensa fuerza armada. La lealtad y la experiencia organizativa eran los principales requisitos para el trabajo.
Weni condujo a su ejército hacia el este en nombre del rey, seguido en su marcha por un grupo variado de nobles: portadores del sello real, funcionarios del palacio, jefes tribales y alcaldes del Alto y el Bajo Egipto, destacados funcionarios de distrito y los principales sacerdotes del Alto y el Bajo Egipto. En su narración, Weni no deja de señalar que nadie de entre sus tropas cogió una hogaza de pan o le robó las sandalias a un compañero de viaje y que ninguno cogió tela de ninguna de las ciudades que cruzaron en su camino. También pensó que merecía la pena mencionar que ningún soldado a sus órdenes le quitó una cabra a nadie.
Naturalmente, esto implica que ese tipo de sucesos acontecían durante las campañas dirigidas por líderes menos capaces y dignos de confianza (si bien uno pensaría que el tipo que cogió una cabra de más sería sencillo de identificar). No hay detalles en la narración de Weni sobre la organización concreta de su fuerza de combate y, debido a la ausencia general de estructura militar en el Reino Antiguo, no hay demasiada terminología que facilite la reconstrucción de la misma. Las tropas se dividían en batallones llamados tiset y los líderes militares se llamaban superintendentes del ejército (imy-ra mesha). También había escribas del ejército que tomaban parte en las campañas.
A pesar de la carencia de entrenamiento militar de Weni, sus misiones fueron exitosas. En sus propias palabras, «arrasó» y «aplastó» la tierra de los moradores de las arenas, saqueó sus asentamientos fortificados, taló sus higueras y vides, quemó sus casas, mató a decenas de miles de sus soldados y arrastró consigo de vuelta a Egipto a otros muchos como cautivos. Evidentemente, esto es justo lo que Pepi I había esperado que sucediera y, al regreso de Weni, el rey alabó al recién acuñado héroe de guerra por su excelente liderazgo. Tanto éxito tuvo Weni que el rey le encargó dirigir a las tropas cinco veces en total, cada vez que los asiáticos «moradores de las arenas» causaron problemas.
Un acontecimiento especialmente relevante ocurrió en «la tierra del hocico de la cabeza de gacela» —un lugar desconocido, pero que quizá quepa identificar con la colina de Jafa el sur del Levante—, donde se habían reunido los enemigos de Egipto. Weni envió a la mitad de sus tropas por tierra y la otra mitad la envió en barco por la costa levantina al norte de la posición enemiga. Al atrapar a los asiáticos con un movimiento de pinza, los egipcios masacraron a todos y cada uno de ellos. Weni continuó su carrera bajo Merenra, el sucesor de Pepi I, actuando como chambelán y portasandalias en el palacio, cargos que también implicaban tareas de vigilancia y protección; si bien inesperado, el papel de Weni como líder militar tuvo una influencia duradera en su carrera. Fue un hombre del ejército antes de que éstos existieran.
La tecnología militar de los Reinos Antiguo y Medio:
Del mismo modo que Weni no menciona la organización de su ejército, tampoco menciona las armas que llevaron. No obstante, como la tecnología cambió poco entre el Reino Antiguo y el final del Segundo Período Intermedio, mil años después, podemos hacer algunas conjeturas con base.
Es indudable que entre las tropas de Weni hubo arqueros. Las primeras representaciones de estos soldados en marcha datan de la IV dinastía y muestran a un grupo de hombres armados con arcos, en un relieve que formaba parte de la decoración del complejo mortuorio bien del rey Khufu, bien del rey Khafra, constructores de las dos mayores pirámides de Guiza. Los arcos que llevan —llamados arcos sencillos— siguieron en uso hasta el Reino Nuevo y consistían en simples bastones de madera atados con cuerdas de tripa en sus extremos; probablemente tuvieran un alcance máximo de 190 m. Las puntas de flecha eran a menudo de sílex , hueso, ébano y de bronce (a partir de finales del Reino Medio).

Punta de flecha de la época predinástica en sílex (4,6 x 2,4 x 0,5 cm) Museo Egipcio de Turín.
Otras tropas del ejército de Weni habrían estado armadas con dagas y mazas de piedra de diferentes formas. Las hachas también tenían cabezas de piedra y los que utilizaban las tropas egipcias eran de dos tipos. Una de ellas tenía la cabeza semicircular, atada con cuerdas pasadas por los agujeros que tenía la hoja. El segundo tipo tenía una hoja alargada con una cuchilla curva que se ensanchaba. Si bien se conocen algunas dagas y hachas de cobre del Reino Antiguo, no eran habituales.
Con anterioridad al Reino Nuevo, los soldados no llevaban ni armadura ni casco; pero sí escudos hechos de piel de vaca montada sobre armazones de madera. No obstante, los soldados del Reino Medio, llevaban tiras de cuero cruzadas sobre el pecho a modo de protección El otro único desarrollo técnico, desde una perspectiva militar al menos, fueron las escaleras de asalto, como la que se ve en la tumba de Inti en Deshasha, de finales del Reino Antiguo, donde unos egipcios atacan una fortaleza en el Levante.
Fuente: Guerra y comercio con los faraones: un estudio arqueológico de las relaciones exteriores del Antiguo Egipto. De mi biblioteca del Antiguo Egipto: https://elblogdemyriam.es/mi-biblioteca-del-antiguo-egipto/




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